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EL IRIS

—Ya no estiempo.                      —¿Esperar todavía?

—¡Cielos!                             —Vuelvo pronto.

—Te hasperdido el verla               El joven quedó solo. Sucorazón pal-

—¿Donde está?...                      pitaba con desusada violencia, y s;i

—Hablarla                             pensamiento estaba fijo en una sola

—¿Que dices?. .                       idea: su madre.

—Abrazarla.....                       Así pasó un rato. De pronto sintió

—¡Por compasión! gritó el pobre ni' en sus oidps un rumor sordo yestraño,
                                      su vista se oscureció y todo cuanto le
ño cayendo derodillas.
El mercader volvió el rostro y dijo rodeaba viogirar entorno suyo deuna
                                      manera vertiginosa.
alejándose:

—No, no.                              El primer impulso del infeliz, fui;

Pero Nafel le siguió derodillas unos agarrarse al banco de madera para no
                                      caer; pero sus fuerzas le abandonaron
pasos exclamando:
—Por lo que existe mas sagrado, tú y víctima de mortal angustia, cayó des-
has sido hijo y sabrás loque es elamor plomado sobre el asiento.

hacia una madre.                      —¡Madre!... exclamó convoz desfa-

—Jamás.                               llecida, ya no podré verte!... ah!... ti-

—Beberé haré cuanto meman- rano, meengaña... me engaña...

des. Momentos después entraba el mer-

El chalán permaneció inmóvil algu- cader seguido de Korván que llevaba
nos instantes, luego se acercó lenta- la varilla candente cogida porel extre-
mente al joven y dijo presentándolede mo conun mango de cuero.
                                      —Está insensible, dijo aquel, pue-
nuevo el vaso.
                                      des, sin temor á que despierte, aplicar
—Bebe pues.
                                      el hierro sobre el hombro izquierdo.
—Pero
                                      El chalán desabrochó la túnica-del
—Bebe y sabrás de ella.
                                      esclavo que permanecía inerme y Kor-
—¡Oh... gracias!...
                                      ván puso en la carne el sello que-ha-
—La verás.                            bia labrado en el extremo de lava-
—¡La veré!... Bendito seas quetie-
nes compasión de mis dolores Si, rilla.
si, quiero verla... ¡Madre, madre mia!... —Perfectamente, dijo el mercader
                                      viendo carbonizada la piel del infeliz,
Y levantándose de improviso:
—Dame el vaso, dijo, ¿ves?... teobe- ahora le afeitarás la cabeza.
                                                            (Continuará.)
dezco... ¿que mas quieres?

—Nada.                                Sección  científico-educativa.
Nafel apuró el líquido y al devolver

á su interlocutor el vaso vacio excla- DE LA INTELIGENCIA Y SU EDUCACIÓN
mó:

—Ya estás cumplido... ahora...                         III

... —Esperarás aquí hasta mi regreso. U n o de los dones m á spreciosos con
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