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EL IRIS

sentes un aspecto sano y robusto el dia que la varilla empezaba á enrojecerse,

en que salgas ála plaza.., ¿entiendes?... fue al lado dé Nafel. le mandó sentar en

á esa plaza por donde, el otro dia, ibas un banco y le ofreció un vaso lleno de

tan decidido.                           vino.

—Quería ver á mi madre, abrazarla, —Bebamos, dijo, empuñando otro
darle el último adiós.
                                        para si.
•••—Ahora, continuó el mercader sin El joven comprendió que taíi repen-
hacer caso de las palabras del joven, tina liberalidad nada bueno podia en-
celebraremos el fausto suceso de tu sa- cerrar.
lida bebiendo algunos vasos de Fáler- —Perdona, contestó, no puedo com-
no, escelente néctar como no nace en placerte. .
Palestina. .
                                        —¿Porqué?
Y así diciendo tocó un resorte de la —Es un secreto.
cadena que separó de la argolla.
                                        •—Un esclavo no puede negarse á
•--Adelante, dijo á Nafel, obligándo- obedecer los mandatos de su dueño y
le á subir la escalera por la que, dias señor. Bebe.
antes, rodó el desgraciado...
                                        —No beberé.
Después de atravesar algunas piezas —Peor para tí.
de la casa toscamente amuebladas, en-
traron á una estancia pequeña en cuyo     —¿Pretendes intimidarme amena*
centro habia una mesa vieja y desven-   zádome quizá con el tormento? Los
cijada.                                 cristianos nada tememos, solo á Dios.

                                          —Pero el tormento que reservo para
Un rayo de sol que penetraba por ií, te hará sentir un dolor como jamás
la ventana, hirió la vista del esclavo sintió paciente alguno.
cuyos ojos cerró de repente por no po-
der soportar tan fuerte luz después d«    —Descuartízame sí quieres, quema
cinco días de oscuridad.                mis carnes con ese fuego que acabas
                                        de encender..... Nada me importa.
  Poco á poco fue reponiéndose y al
cabo di un buen rato, los pudo abrir,     •*-Me adtnfea ver hoy tan resuelto y
viendo sobre la mesa algunos vasos de   vállenle alTOÓ-O-que hace pocos días
cobre? y estaño.                        lloraba al recuerdo de su •madre y1ante
                                        el' porvenir de su esclavitud.
Miró luego hacia la puerta, y en el —Mi madre,,. fÁ'h'!... exclamó el jo-
' aposento contiguo distinguió al chalán ven con dolor y como abismado e>nsus
ocupado en avivar el fuego de un pe» tristes recuerdos, ¡mi pobre madre!
•gireno brasero entre cuyos carbonease El chalán fingió no entender esta
calentaba una varilla de hierro,
                                        exclamación y dijo con impaciencia;
Nafel no comprendió aquella opera- —¿Beberás al fin?
ción, pero sintió un presentimiento —No.
'vago y .siniestra. • • •
                                        —¿Te niegas?

Cuando vio el mercader que una lla- —Si. '            ••        '

ma azulada s$ levantaba "del brasero y —Lo cual quiere decir .que renun-
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