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se ha desplomado con estrépido cnvol- ción de costumbres, hasta hoy día in-
viendo entre sus ruinas á su alma. Y vadiendo la historia, la moral y la re-
aquel ¡oven sencillo y obadiente, espe- ligión pretendiendo en su vanidad
ranza de su familia, profundamente ahogar las mejores obras clásicas de
religioso', libre áe esa atmósfera de nuestros literatos, que no cesa de ejer-
errores que tantos de su clase están cer cierta aparenta superioridad que
respirando, apenas ha gustado la dulce está muy lejos de reconocérsela.
miel que en clorada copa le ha presen- Dísfazada bajo un carácter creyente,
tado la impúdica.novela, ¿qué cambio esaonde su impiedad; bajo ui^a forma
no se opera en su interior? ¿qué volcá- de una moral pura, desarrolla una es-
nica erupción n,O|ienciende su senti- cetia repugnante; bajo la promesa de
mientos? qué de ilusiones no descubre regenerar ^as costumbres, las pervierte
en lontananza? , con sus cueros de difamación. Loflo-
«La novela, sin embargo, no debe rido de su estilo, la belleza de su dic-
proscribirse del seno de la familia, cuan- ción, lo atraethio de la frase, y más
do ella, á la vez que instruye y deleita, que á eso, el cuadro de pasiones que
tiende á corregir las costumbres con desarrolla, inverosímiles unas, repug-
narraciones edificantes, cuyo fondo, nantes otras, pero todas para despertar
siempre moral, siempre noble, se diri- sentimientos de sensualidad ó de ven-
ge á neutralizar los tristes efectos de pro- ganza, todo, en tropel, se agolpa á la
f'm. ducciones detestables, én dende se dei- mente del joven lector que en su inex-
fican todos los vicios y errores sociales. periencia y atraído por fuerza tari po-
Todo esfuerzo ncr parte* de los nove- derosa, cae en las redes'que ella misma
listas católicos será poco para contra- le ha preparado. ¡Qué sima de males
rrestar ese. furor diabólico del escritor no se suceden He semejante estado!
impío, que con sus escritos arrastra á la La corriente que hoy domina el gá-
juventud principalmente, porel¿ango nio novelesco es demasiado conocida
de sus insuloeses y veleidades. para no producir, siguiéndola, una
A la novela se ha queriüo'dar una perturbación social. Efecto tal vez, de
importancia que en reaii'dad no tiene, su malestar intelectual y moral que en-
juzgada bajo el punto de vista de pro- vuelve á los pueblos civilizados como
ducción literaria. Se ha querido ele- en una atmósfera de errores y utopias,
varla á la categoría de social y pública, es debido á esa misma corriente, tras
cuando solo le basta el último eslabón la cual es arrastrada la juventud en
de esa cadena científica, y á eso, sin cuyas fangosas aguas vejnos naufragar
duda es debida esa gran popularidad sus almas. Y no es estfgiño, que más
en todas las clases sociales, y los funef- tarde, á este agente desmoralizador se
tos estravíos que ha producido en su junten otros no menos activos y peli-
seno. Desde el siglo pasado, en que grosos como para encender mas la ho-
apareció'en nuestra literatura, tal cual guera de las pasiones sociales, y de ahí
debia presentarse como simple narra- la extincióí» de toda fé, la corru-pción