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con frecuencia. Todas las tardes, cuan- humedecía con agua bendita, la frente
do el sol transponía las vecinas sierras, de su madre. Enferma ésta, desde el día
y las campanas despedían lúgubres so- anterior, no había podido ganar el cor-
nidos, desc[eel alminar de l a mezquita, to jornal de que ambos se sustentaban.
convertida en templo cristiano, la ma- Catalina hizo un esfuerzo, abriólos
dre tomaba el niño de la mano» dieién- ojos, y dijo á Luisito:
dole>->¡Hijo mío... recemos por eleter- —¡Estás ahí, hijo mió.... ¡Pobreci-
no descanso del alma de tu padre!... to!... ¡Siempre á mi ladol...; y acaso...
Luisito caía, de rodillas, ai lado de —¿Qué tal se siente V.?—preguntó el
la madre, y ambos, con los ojos fijos en niño, interrumpiéndola.,
el cielo y las manos juntas sobre el pe- —Estoy mejor querido... Pero dime,
cho, rezaban la oración de l a tarde» ¿has comido?
mientras las lágrimas de amor y de es- —No cuide V . de mí, madre. L o que
peranza rodaban por síis mejillas. , siento es no tener un caldo para dárse-
—¡Jesús!... decía á Catalina, una xo- le... ¿De veras está V . mejor?... No me
cina rica; á nadie envidio en el mundo mienta.
sino á tí, por esa alhaja. ¡Si fuera así r^Si, hijo mío, sí; estoy mejor.
mi Lope!... Hija, créeme que no puedo -r?£ues mire V . ; voy á salir á pedir
hacer vida de él. una Bmosna, que Dios no nos olvidará.
Catalina, en vez de contestar> impri- ¡Pero mire que no mé engañe, que no
mía úri beso en la frente de sú hijo, es- quiero Cejarla sola ¿ tan enferma!
trechándole contra su corazón. Verda- —¡Angel mío! Cordero de mi alma!
deramente era Luisito prenda para ei**- —exclamaCatalina besando tiernamen- .•
vi diada, porque sería difícil encontrar te al nina,' ; í - % ', •"
niño tan obediente y cariñoso-para con' Luisilcr J>esó también á su madre, le
su, madre.' •» •'• *• arregló un^ tóoja ropa, volvió é be-
sarla, salió la habitación, de punti-
STTádeu XÍXZLO&XLS* p©x'3Di©¿l' llas, por no^acer ruido, bajó de tres
saltos los escalones y después de san-
tiguarse, al poner al pié en el umbral,
Era un día riguroso de invierno, y echó á correr callé arriba. ;
una capa de nieVe cubría las calles de A l pasar por frente de l a A l á m b r a -
la antigua Granada. E n humilde y es^ le detuvo Lope/él hijo de la vecina
trecha alcoba, de una miserable vivién-r ca. Era éste un niño revoltoso y deso-
da, sobre un lecho á cuya cabecera se bediente, que daba muchos disgustos á
veia una pila dé barrd con agua bendi-. sus padres. Aquélla mañana no quiso,
ta, iina estampa de la Virgen de los Do* obedecer á.su irtá#re, que le mandaba;á
lores y una sencilla. Gruz de/maderai ía escuela, y desp¿is cíe maltratar bru-
yaciía una pobre mujer, cuya fatigosa! talmente á sü herjnanita Emilia, se fué
respiración daba indicios de lafiebreque| k travesear, arrppíiclp á los perros bo-,
l a devoraba. A su lado estaba un niño,* las de nieve. E n esta ocupación se h a -
sentado en un taburete, con la cabeza llaba embebido, cuando vio venir &
suavemente apoyada junto á la de la Luisito. v • ••
enferma, mirándola con ansiedad, f ci- —Luis (le dijo) vamos á, hacer los
ñéndela el. cuello con el brazo derecho. dos una bola grande de nieve.
Eran Catalina y Luisito. —Gracias, Lope, pero no puedo; de
E l niño lloraba, rezaba á la Virgen veras que no puedo; respondió Luis sin
de los Dolores, y de cuando en Guando detenerse.