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Con elocuente y fácil palabra reba-
tió las injustas pruebas de los liti-
gantes, dejándoles como el gallo
de Morón; pudimos distinguir mas ^SECCIÓN JÍITEÍ\ARIA4
de una vez á los solitarios, como
apretaban sus limpios dientes al
labio inferior, prueba evidente les EL HIJO DE LA LAYÁ1EM.
mortificaba la palabra del distin-
guido letrado señor Sol. :
La Sala, oidas las razonadas é s - (Historia vindica)
plicaciones y la brillante defensa
de la causa, ha confirmado nues- Zk¿Cadre é ZHTIjo.
tras esperanzas, absolviendo com-
pletamente á los acusados y dejan-
do sin efecto los procedimientos ul- j í l f § l l | los anos de 15Í2 vivía en
j j M t e f i Granada una pobrecita lavan-
teriores:
$ffiP^ dero, viuda, llamada Catalina,
Bien por el. tribunal: en él con-
de honestas y cristianas cos-
fiábamos, no ignorando su rectitud tumbres Su hijo Luisito era un niño
muy hermoso, de rostro moreno y son-
y justicia en todos sus actos. rosado, de frente despejada y serena,
Miles, de plácemes al abogado de negros y rasgados ojos; cuya mira-
defensor señor Sol, le damos la mas da viva é inteligente templaba el dulce
y candoroso reflejo de la inocencia, de
entusiasta enhorabuena, por el su corazón. • ; • * '
acierto, noble interés y justos razo- Aquellos dos pobres seres á quienes
namientos de que se valió,* para el mundo llamara desgraciados, eran,
aplastar á ios atropelladores de sin embargo, felices; porqué creían en
Dios y esperaban en su bondad, y por-
ciudadanos pacíficos, y cuente qué tenían, para consuelo .de su infor-
siempre con nuestro eterno recono- tunio, una oración en los labios v una
cimiento. . lágrim i en los ojos. Bienaventurados
Su .rica orataria y su palabra los que lloran; bienaventurados los po-
bres, dijo nuestro Redentor; y estas
convincente y.concisa le han con-, verdades se cumplían al pié de la letra
quistado un puesto mas en los es- en Catalina y Luisito, pobres de los
bienes que secan y metalizan el cora-
caños de letrados ilustres. zón, pero ricos de fe y esperanza, que
' .. E . MARTÍNEZ. le subliman y le consuelan, con la dul-
ce perspectiva de una región de amor
y de dicha, al extremo de esta vida
desgraciada.
Luisito apenas había conocido á su
padre; pero Catalina se lo recordaba