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EL LLORETENSE.                                3

das por Juan Botet. Furiosos entonces los ce1·- atro:¡tellar al Tribunal, al Subdelegado ni á na-

dans dirigiéronse otra vez á la casa de Juan die. Había muchos simplemente curiosos que

Quijaqa con el firme propósito de apoderarse de reprobaban aquellos ataques, dirigidos á perso-
se-los papeles ó hacer un escarmiento, siendo
                                                nas que no se defendían y cuyo único delito

guidos por la multitud.                         consistía en ser miembros de la Justicia ó dele-

Pocos momentos después ha11ábase desocu- gados del Gobierno. Muititud de pescadores de-

pada la calle Nueva. Sintiéndose indispuesto el ploraban el giro inicuo que habían tomado sus

Escribano, quiso trasladarse á la casa del Ca- humildes pretensiones, y censuraban sin embo-

bildo aprovechando aquella oportunidad. Diri- zo aquellos actos de crueldad y salvajismo.

gióse á ella sin demorarse, acompañado de Juan  Componían el núcleo del motín en aquel

Botet, padre é hijo y del Presbítero Antonio preciso momento un grueso número de ce1•ila11s,

Campderá que había acudido allí para auxiliar- pocos pescadores, mullitud de chiquillos y al-

le. Llegados á la casa del Cabildo, fué preciso gunas mujeres de la baja plebe. Se contaba en-

llamar al médico, quién le recetó un medica- tre éstas, una llamada de apodo la Mallo1·quina,

mento y una sangría en un brazo. D. Buena - por ser natural de Mallorca, la cual se distin-

ventura Catalá rayaba en los setenta años, y guía de todas por su cinismo y descaro.

no debe extrañar, por lo .tanto, que atropello  Hallándose un tanto mojados los combusti-

tal alterase su salud y aún le hubiese ocasiona- bles arrimados á las puertas, costaba prender-

do la muerte.                                   les fuego con los medios imperfectos df! que se

Cuando supieron los del Tribunal que vol- disponía en ~quella época. La .Mallorqitina fué

vían allí los ce1·da1is con intentos nada huma- por un leüo encendido, aguardando los amoti-

nos, cerraron todas las puertas y ventanas de la 11ados su llegad.a con impaciencia. En esto abrió-

~asa. Tomaron también las debidas precaucio- se una de las ventanas <le la casa. Como no·ig-

nes para defender ~us personas en el caso muy noraban los amotinados que en la misma había

probable de ser necesario. Dieron orden, al mis- un mozo de la escuadra y t1ue no faltaban ar-

mo tiempo, al Alguacil Hernandez para que fue- mas e! Juan Quijada, sospecharon que iba ú dis-

ra ~n busca del Baile, cuyo cargo desempeüa- pararse contra de ellos. Desvaneciéronse al ac-

ba á la sazón Juan Bautista Granell, inteligen- to sus temores.

te cirujano-sangrador, pero también hábil y     Apai·eció en la ventana una mnjer joven

consumado maestro eu el arte de escunir el aún, con los ojos hundidos, destrenzado el ca-

bulto al asomar algún peligro ó contratiempo. bello, y cubierto su rostro de cadavérica pali-

No tuvo límites el enojo que causó ú los ce1·- déz. Denotaba, á primera vista, tener presa su

dans el encontrar cerradas las puertas. Golpeá- alma del más profundo sufrimiento. Con YOZ

ronlas con sus garrotes, produciendo gran es- balbuceante pronunció varias frases entrecorta-

trépito, mas nadie contestó. Acrecentó su ira das, distinguiéndose de la multitud las siguien-

este silencio y prorumpieron en blasfemias y tes: «¿qué delito llemos cometido pa1·a que 1WS

maldiciones, amenazando con degollar á. todos tratéis asi?» .... «mi 1no..1·ido no tiene ning11'r1,a

los de la casa si las puertas no eran abiertas. citlpa de lo que está pasando» .... «soniDs ino-

Como tampocJ fueron escuchados, trataron de centes» .... «mis Mjos» .... Todos conocfa·n aque-

descen·ajarlas; pero otros rep~icaron 'que era lla mujer. Era D.' Antonia Gonzalez, esposa del

prefer~ble pegarles fuego, que entonces ellas se Subdelegado, virtuosa selíora á quien teníun en

hahrirían por si solo. Prevaleció este parecer, altq aprecio todos los pobres de h ,·illa, porque

y pasado un breve rato veíase arrimado á di- jamús se olvidaba de ellos en los momentos de

chas puertas un montón de pajas, brezo y otros escaséz ó desgracia, prodigándoles auxilios y

combustibles.                                   palabras de consuelo.

En aquel momento, hallábanse atestados de · Caus:i extraiieza lo que entonces sucedió.

gente la calle de la Torre y sus alr0dedores. Las palabras de aquella débil mujer alcanzaron

Dir.en los autos del sumario que había allí las lo que ne) habrían logrado sin duda las inti!lla-

tres cuartas partes de habitantes de Lloret <le ciones de una fuerza armada. Gran númno de

:.\lar; y como constaba eutonces la villa de 2700 amotinados de$Ístieron de su propósito, y aún

almas, dedúcese que no bajaría de dos mil el muchos ce1·dans se retiraron del tumulto arro-

número de los reunidos. :\o todos, sin embar- jaudo al suelo sus garrotes. \"aril•S pescador:s
o·o se hallaban en aq_uel paraje con intento de 1 que hacfo. un mo:nento figuraban entre los mas

Cl
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