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2 EL LLORETEKSE.
alcanzare así mismo ú sus cercanías. Llegado á quiso aparentar que haMa recibido mucho daño,
la calle Nueva, que él supuso desierta ó poco cuando todo éste, consistió en una leve hemo-
ménos, hallóla ocupada por vaI"ios grupos de rragia en las narices. Sin embargo, los circuns-
amotinados y curiosos, por entre los cuales de- tantes se alarmarqn al observar que no daba
bia atravesar para dirigirse á la casa del Ca- ningún movimiento y que no contestaba á las
bildo. preguntas que se le hacían; con lo cual las fa-
Aunque lo vacilante de sus pasos y el ser tídicas \Oces de ¡es 1¡zorf't! ¡es 0io1·t! reproduci-
persona desconocida, no hubieran inducido á das de unos á otros, atrajeron allí toda la mu-
sospechar que pertenecía al Tribuna}, bastaba chedumbr~ de la otra. calle.
para. ~1.lo verle salir furtivamente de casa de Salieron á la defensa del niño un sinnúmero
Juári Quijada. Por esta razón al aparecer en la de personas. Hacíanse graves cargos á Botet,
calle Nueva, fué .saludado con mortificantes: dirigiéndole muchos los más duros calificativos,
apóstrofes, aumentando el número y virulencia sobresaliendo en ello, por la saüa con que lo
de éstos á medida que cundió la noticia que se hacía, Juan Mollera, pariente del niño. Este se
hallaba en ·aquel sitio. Comprendió al primer leyantó tranquilo y se echó á correr como bur-
momento que para eludir un peligro había caí·- lándose de la credulidad de aquella gente; pero
do en otro no ménos grave, y retrocedió hácia no p•)r esto cesaron los insultos. Al contrario
la casa del Sub-delegado. Pero como, ú causa aumentó todavía su número, haciéndose solida-
de la algazara que producían los ce1·dans: no rio á Botet de los actos del Tribunal de i\larina,
fué oído al llamar por repetidas veces á la puer- á pesar de lo cual no dió dicho sugeto muestra
ta, se vió precisado á optar segunda vez por su alguna de encono, limitándose á contestar que
anterior resol:ución. no era su intención dañar á nadie. Su pruden-
Con esto había dado tiempo para que todas cia y valor sin igual le sah-aron y sal-.;-aron
las personas que se hallahan en la calle Nueva también al Escribano, quien había penetrado
se apercibieran de que estaba allí. Resultó que ya en la casa sin detenerse en discusiones.
los más atrevidos le fueron sigu~endo detrás al Persuadidos los cerd_ans de que serían in-
paso que le dirigían insultos y amenazas sin fructuosas sus pesquisas en la casa del Subde-.
cuento; arrojándole piedra$, cenizas y cuanto legado por suponer que el Escribano al 14ar-
hallaban á mano, algunas mujeres de la baja cha.rse se lle\6 los documentos, resolvieron ir
plebe. en busca de éste ·para exigirle la entrega· de los
Acosado por todas partes, no sabía donde mismos. Supieron al salir que se había refugia-·
encaminarse. Lo hubiera pasado mo.l indudable- do en casa de Juan Botet, y se dirigieron á ella
mente ú no haber notado el atropello J uán Do- acompaiiando feróz gritería. Desde el .umbral
.tet teniente de Sub-delegado, que habitaba en de su casa e:s:cudriñaba Juan Botet todos los
Ja misma calle. Era domingo de cuaresma y di- movi:i;nientos de la multitud; y al noto.r que los
cho J u~n Botet ,·enía de la Iglesia, de oir el ce1·dans se dirigían allí decididos ú introducirse
sermón, acompaiiado de su hijo de igual r.iom- en su casa, salióles al encuentro. Díjoles con
bre. Llamándole la. atención aquel extraño al- enérgica resolución que no pasaran adelante,
boroto, quiso ver por sí mismo á que causa obe- · pues él iría á confe1·enciar con el Escribano,
decía, y al apercibirse del atropello de qne era prometiéndoles q11e si era una verdad que tenía
víctima el E$c-ribano, acudió á ofrec;erle su ca- en su poder los documentos, él volvería. con
sa con el fin de ponerle á cubierto de los ata- ellos y los pondría á sus manos.
ques. Fué aceptada. esta proposición. Al breve ra-
Aceptó el Escribano este ofrecimiento; mas to estuvo de regreso; y dijo en alta voz para
sucedió que al penetrnr en la. casa, un niüo de ser oí~o de todos que les aseguraba, bajo la ga-
corta edad aganóse á su capa en ademán de rantía de su honor, que el Escribano no lleva-
detenerle. Indignando á Juan Botet este acto ba consigo ningún documento, por haberlos de-
irrespetuoso, <lió un bofetón al niüo para. casti- jado todos en casa de Juan Quijada. Dudando
gar su insolenciu, pe ro lo hizo con tan mala el Rabar.cf de la veracidad de Juan Botet pene-
suerte, que éste perdió el equilibrio y <lió de ca- tró en casa de éste para interrogar por sí mismo
ra al suelo, q ued<Jndo un rato sin el menor mo- al Es~ribano. :¡i.Jas al momento salió manifestan-
vimiento, lo cual hizo creer á la gente qne es- do á sus compaüeros que éste le había repetido
taha muerto. El niiio era uu tanto socan6n: bajo jnramento las mismas palabras pronuncia-