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DOS . CUATRO. SEIS - TRES - CERO - NUHVE                             La Cristina de Teléfonos nunca exigió el número de un
                                                                abonado. Con ella los lloretenses y los veraneantes jamàs
[-^ N el subsuelo, suelo y vueío de nuestras calles, aparte     hubieron de consultar el listín, ní hubieron de preocuparse
• ^ de las obras de pavimentación, se observa inusitada         para retener cifras en la memòria, fueren de Lloret o de
actividad. Gruesos tubos de plomo y de cemento, amplias         Barcelona.
càmaras de registro subterràneas y un estupendo edificio de
nueva planta —"La Telefónica"— nos dicen claramente que              —iCristina! —le declan— iVols posar-me amb aquells
el telefono automàtico, en Lloret de Mar y en las demàs         senyors que han llogat "al costat de can Tannus? —O, màs
poblacíones de la Costa Brava, va a ser pronto una fell^        difícil todavía (Lloret no es una aldea, y de esto hace cuatro
realidad.                                                       días):

     Ya nos imaginamos marcando números de seis cifras en            —òVols posar-me amb aquell "tio" foraster que treballa
uno de esos elegantes aparatós de sobremesa. en color y         per en Ventureta?
basta con timbre de intensidad regulable, cuyo abono mensual
solo cuesta veintitrés pesetas con quince céntimos mas que           Y no fallaba. Los sefiores Peralta o Pentinat, o quienes
los corrientes de pared. negros. Nos imaginamos lo cómodo       fueren, acudían a la Uamada.
que va a resultamos, cuando las instalacíones estén com-
pletas y terminadas, comunicar directamente, desde nuestras          Puede que hasta anoremos la central "con sefioritas",
casas, con un amigo o un abonado cualquiera de la Cosïa         porque con las pobres sefioritas, con razón o sin ella, siempre
Brava o de la Costa del Sol, de Barcelona o de Zaragoza, y      hay quien le da por gritar, però no se puede reüir a una
hasta dicen, de Madrid. Habremos "subido de estado". Con        màquina.
el micro en la mano nos sentiremos orgullosos de este Ser-
vicio que, de golpe y porrazo. nos va a colocar, por lo menos        Si. Con eso del automàtico tal vez se pensarà en muchas
telefónicamente, a la altura de Europa.                         cosas. En lo que seguramente no va a pensar nadle es que
                                                                cuando una nifia gazmona le dice haciendo remilgos a su
     Y seguiremos recordando, con honda simpatia, la inolvi-    novio —Rafelet— cuando quiere besaria: "—O, no, FeletI—"
dable Marieta, que en paz descanse, quien en su espíritu de     le dice exactamente telefono al revés.
Servicio Uegaba a damos, siempre que se la pedíamos, la
hora exacta, y hasta aceptaba recados por telefono para         FIGURAS DE ABANICO
transmitir al abonado ausente, tan pronto "saliera" por su
aparato. A un conocido hotelero, mientras esperaba con el       I J ON Luls descansa su oronda huma-
auricular descolgado a que le dieran una conferencia, un
cliente de su hotel le pregunto la hora en que salia de Lloret  ^^ nidad sentado frente a su casa, la
el ultimo autómnibus para la estación de Blanes. El hotelero
lo ignoraba, no sabía que contestar al turista, cuando por el   silla inclinada hacia atràs, apoyada en un
telefono se oyó la voz amiga de la ejemplar telefonista, que
espontàneamente, movida por el deseo de ser útil, decía:        àrbol de la Plaza.                          ZJT^
"Miquel. Digui a aquest senyor que l'auto surt a les set del         Pasa un peón tirando de una carre-
vespre..."
                                                                tilla.
     Recordamos a la Marieta y también a Cristina, su dlli-
gente hija, cuyos largos afios de servicio, mejor diríamos de   —Ara, tu —le dice enfà.ticamente don Luís, chupando un
abnegación, ante los cuadros, en bien de todos, vecinos y
forasteros, nunca le seran bastante agradecidos.                descomunal veguero— et penses que jo, aquí assegut, no faig

                                                                res, eh?

                                                                —Qui, jo? —contesta el obrero paràndose, con sorpresa.

                                                                —Si! Si, que t'ho penses! —insiste don Luis enfadado—

                                                                Doncs sàpigues i entengués que treballo molt, aqui assegut

                                                                —afirma el hacendado, haciendo rodar el habano entre SUB

                                                                dedos— Treballo molt, perquè ara, jo, RUMIO!

                                                                          ESTEBAN FABBEGAS Y BARRI

                                                                                                                  —7
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