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En la piaya Al pino de Sta. Cristina, fe han cortado dos ramaa y son dos pcdazos de historia que se
han Ilevado las llamas.
de
Al comercio de los esclaves y con licencia del Rey, iban las naves de antafio, hoy trans-
Sta. Cristina: portan turistas hasta el pucrto de Blanes.
S Amorra, Amorra!... Santa Cristina eo el temple, muere por Dios, asaetada. Cuatro veieros antiguos navegan
(La Proceslon va por marj por el aire de la nave. San Sebastiano desde su altar los despide con la mano.
Maria Masia, Josefa Gelats, Cristina Prats, Ramona Masia y Reparada Austrih, dírigi-
das por dofia Eulàlia Mon, desde 1862 a 1867, en una pieza de seda con sus cabellos bor-
daren, toda la ermita y el mar, barcos y velas.
Cuando a las Américas iban. marinos y emigrantes, a Sta. Cristina pedian no los de}ara
de su mano.
Y cuando a la vuelta. ba)o el verde del pino. corpulento y gigantc, veían rclucir el blanco
de la fachada, de làgrimas se llenaban sus ojos, m u r m t i r a n ^ los labios una plegaria.
Luego, un poco, muy poco màs tarde, de gritos se llenaba la playa, de besos y de abra-
zos de prcguntas y de miradas.
E] 24 de julio todos los afíos la Santa navega, desde la ermita hasta la iglesia cercana.
Mannos y pescadores, pies desnudos. espaldas anchas, por las calles de la villa la llevan
en andas.
Estandartes. obreros y jerarquías, una música alegre, el sol relumbra en la imagen y
Santa Cristina en lo alto, sonríe satisfecha por este homenaje. renovado, sencillo y humano.
OLIVERAS
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