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2 EL LLORETENSE.

Un triste especíalo se ofreció á su visto: así que toda su vida se han consagrado al bienestar-

que entró. El cuerpo de Jorge aiin no había de sus semejantes.      •-

sido enterrado, y la infeliz Margarita, olvi-            «Repitamos á nuestros hijos el nombre de-
dando' el peligro que corría, estaba sentada         Franklin, el invetttor del.para-rayos; digámosles
cerca de él, teniendo una mano entre las-su-         que pronuncien con respeto al de Mantyon, el
yas, rojos los ojos por las lágrimas, fijos en       buen rico, el genio de la beneficencia, que reco-
aquel rostro cubierto de. asquerosas pústulas:       gió inmensos tesoros, sólo para derramarlos con
no lejos de ella dormía, en una cuna, su hija        profusión sobre los pobres. ¿Podríamos olvidar á
Jlenafcáún de salud.                                 Fr. Pedro Ponce de León, que volvió á la socie-
                                                     dad aquellos de sus miembros, antes de él los
     «Qué hacéis? exclamó" Mr. Bretand diri-         más infelices de esta especie humana, los sor-
giéndose &la madre, y arrancándola de aquel          do-mudos, separados del mundo entero, con el
peligroso sitio; dejad á vuestro infeliz hijo, y     cual-ninguna comunicación les era posible, pues

pensad en la pobre niña que os queda. Con- que no hablaban y á quienes el genio de este

servarla y tened cuidado de vos, aún que digno benedicto'dio un lenguaje sin palabras?

no sea más que por ella. Venid, yo haré que          «No debemos'tampoco ser ingratos con el

alguno practique con Jorge lo que vos -ha- bienechor de toda§ las generaciones presentes y

ríais, y que nada tendrá que t.enier de éste         futuras, con el doctor Jenner, el inventor déla
terrible mal.» La pobre madre echó la última         vacuna. Nació en 17 de Mayo de 1749 en Berke-
mirada á su hijo, y se dejó llevar, estrechando      ley, en el condado de Glocester, Inglaterra. To-
contra su crazón el único hijo que le quedaba.       da su vida la ocupó éh el estudio de las ciencias
                                                     que pueden guiar Ven el'arte tan difícil de curár-
     Mr. Bretand las recogió en su casa. Tenía       amos hombres.'.;;"v ; ,
pún que vencer una obstinada resistencia,
más al fin llegó á vacunar á.la madre y á la             «Había sabid&;qae en algunos condados efe
hija. Las dos se salvaron, lo mismo que otros        Inglaterra, en el'Deyoushierej .en el Middlesex,
tres ó cuatro vecinos que se la dejaron inbcU'       y algunos otros, jp^Und}vid uos que ordeñaban
Jar, mas por complacencia que por convic-            las vacas contráíaiv óúnaá pústulas en la mano,
                                                     y.estaban libres de viruelas. Este hecho ha sido

ción.. Este ejemplo produjo el' feliz res u t odQ bbser^ado en ^ o j ^ a í s e s g ^ i . Europa, en Hols-

que esperaba Mr. Bretand. Ilumináronse los tein, Meklembourg, en Gorinthie y en el medio-

espíritus: demasiadas habían sido las vícti-         día dé la Francia. El doctor Jenner examinó es-
mas; el miedo se había apoderado de todos ó          te fenómeno con la atención de un hombre de-
hizo más que las buenas razones: y en aq'uel         genio, y encontró la vacuna. Esta enfermedad
primer momento como sucede siempre, caye-            particular de lá teta de.las vacas que el hombre
ron en el extremo contrario. Todoá quisieron         jse inoculaba, íenl^- una relación evidente con-
recibir aquel beneficio, hasta los mismos que        las viruelas, púés;que aquellos hombresestabaa-
habían sido atacados, y tuvieron la' suerte de       preservados de ellas.-Jenner hizo algunos ensa-
curar. Querían repetir la operación, apesar de       yos y pronto se convenció de la eficacia de este
que Mr. Bertrand les aseguraba que ya te-            preservativo, Entonces.publicó su descubrimien-
nían bastante, y que la vacuna no obraría ya         to y su obra, que apareció en 1798 y se esparció-
                                                     en seguida por toda Europa. La vacuna fue in-

con los que h-ibían tenido las viruelas.             troducida casi en todas partes; los gobiernos le

L i victoria de MfHBretend^uó completa, protegieron, el clero le dio su apoyo religioso, y
el mal desapareció p#:cpmpletp; y desde en los médicos de todos los países la propagaron
                                                     29P'*l ma>'or»4^teiMs'tuecos, á pesar       cte su
tonces  no  se  ha  vue¡$g¿.js&ma^^putíb¡o ée.-^---  •creencia en' la fatalidad la reciljieron.

Después de este acontecimiento, y.pnra               «Jennermuri;!5í|eü,,2i6 deEnero de 1823, á la

asegurar el triunfo de la vacuna, fue cuando edad de sesenta aQos, acompañado de la estima
quiso dar A conocer su historia. Reunió- un general, querido denlos reyes, y bendecido por
día en su cnsa á todos los habitantes, y habló todos los pueblos. Honremos su memoria., con-

de esta manera:                                      servando en nuestros corazones el recuerdo de

«Debemos amar á todos los hombres: todos su beneficio.» .,..?,.
son nuestros hermanos: todos tienen derecho á ; •    '••:ó'-"
                                                                 .  L. P.

nuestra ayuda como á nuestro carino; pero ;los

hay que mus particularmente merecen nuestra,

atención y nuestro respeto: tales son aquellos,
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