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SUENO DE UNA NOCHE DE PRIMAVERA

•W LLORET            mantienen encendidos los luminosos del famoso Complejo Medico. En grandes letreros de tono
                     verde pradera, puede leerse sobre un hermoso laurel: "Hospital el B U E N O " ; mas abajo, en rótu-
                     los menores, la palabra " l A B I E R T O ! " se repite tres veces en distintos tonos aterclopelados.
                     Bartomeu deja la m o t o en el espacioso pàrking y siempre, con el codo elevado, se dispone a in-
                     gresar en el edificio, extranado de no encontrar el patio-jardin que él conocía días antes. En su
                     lugar, una gran puerta acristalada, antirruido que hace recordar a los E.U. en su versión espacial,
                     se presenta ante su vista. Lateralmente, un m u l t i r r ó t u l o , con pròdiga botonera, aclara: "Pulse
                     el botón de la lengua que hable". Bartomeu pulsa el de "català" y acto seguido, automaticamen-
                     te se abren las puertas, al tiempo que una càlida voz exclama: "Benvingut a n'aquesta casal",
                     con cortina musical de Pepa Maca. En el hall, salón-invernadero. Meno de cómodos sillones
                     "aviaco", entre plantas mediterràneas de Pina Rosa, sor Detalles, monja azafata, acciona una es-
                     pècie de gran jeringa-spray,perfumando el aire con un desinfectante eufórico, antipesimista, in-
                     ventado según otro rótulo mural, por los grandes laboratorios de Santa Clotilde.

                               Bartoneu se dirige a la monja que jeringa el ambiente y pregunta alegre:
                               — iOiga! íQuién es el que entiende de dedos?
                               — íQué dedos? responde la sor, dejando de pulsar el màgico spray.
                               — iQué dedo va a ser, estel exclamación surgida al tiempo que le coloca la apanuelada ma-
                     no ante sus ojos monjiles. Entonces, sor Detalles, enfilando hacia un rincón la enorme jeringa e
                      impulsando una buena rociada en la misma dirección, le suelta sonriente:
                               — i V e l , la hermana Recepcionista, le atenderà cumplidamente.
                               Sobre la mesa semicircular de la recepción, simplemente, un ramo de flores globulos rojos
                      y un dictàfono-interfono con pantalla de formato aúrico.

                               — iQué tiene, hermano? inquiere sor Recepcionista.
                               — i Me corté el dedo!
                               — ÍMucho?
                               -^ iMuchiiisiimooo...! però aspira en aquel momento las emanaciones del diabólico spray y

                      rectifica timidamente.
                               — jSólo, pupa!
                               Sor, pulsa el botón grande de urgencias; se abre la puerta de un ascensor y sale de él un

                      flamante sillón sobre ruedas, conducido por un aibo enfermero. Sierita a Bartomeu y desapare-
                      cen ràudos en el elevador, sin cruzar una sola palabra.

                               Mientras el ascensor y el enfermero cumplen con su cometido, la llamada de urgència po-
                      ne en actividad todo el dispositivo del quirófano ubicado en el primer piso. Era buena hora,
                      Bartomeu tema suerte. En ese instante, en la Sala de Acuerdos y Programación del Trabajo Co-
                      tidiano, se encontraban los doctores Benito, Cabanas. Funalleras, Brugarolas, Echazarreta y
                      Modolell, llegados, como todas la mananas, para atender tanto a los enfermos particulares como
                      a los del seguro.

                                La noticia del dedo ya se comentaba. Operan'a el Director de turno auxiliado por los
                      otros Directores. Los enfermos del Seguro y no seguro esperari'an, puesto que una operación de
                      un dedo es una operación de un dedo. Sor Quirófano enciende la pantalla que conexiona con el
                      Comitè Permanente Fiscalizante de Qperaciones Hospitalarias del Súper Control de Barcelona,
                      donde expertos en cualquier tipo de operación y auxiliados por un colosal IBM—Clinic, siguen
                      en una enorme pantalla de matizados colores naturales, la operación y pueden aconsejar en un
                      momento de terminado a los Doctores del Pueblo.

                               Mientras operan el l'ndice de Bartomeu, en la sala ajardinada del publico un circuito cerra-
                      do de TV muestra las incidencias del quirófano, entreteniendo la espera de los pacientes.

                               Suenan las once en un carríllón de Hong Kong y torna a salir sor Detalles empujando un
                      carrito en el que humean numerosas tacitas de caldo, un delicioso caldo de tortuga marina, que
                      reparte entre los que aguarda, incluidas tres donas que pasan las mafianas en tan grato lugar,
                      cotilleando y tricotando para el Asilo anexo. Las tacitas de caldo se reparten dos veces al dia,
                      una a las once y otra a las seis y dos minutos de la tarde.

                               Cuando la espera tiene que alargarse por la numerosa concurrència, sor Detalles saca el
                      carrito de bingo y reparte cartoncitos a todo el que lo desea, poniéndose a darie al bombo eléc-
                      trico y cantar los números de la loteria, según la numeración popular. De esta forma, el tiempo
                      de la esp)era se pasa ràpido y el que gana se lleva, a elección, una cajita de aspirinas o un rollo de
                      esparadrapos.

                               A l salir Bartomeu del quirófano con la esperanza del dedo recuperado, se dirige eufórico a
                      sor Recepcionista.

                               — iCuànto le debò, hermana?
                               — IMire, màrchese tranquilol lo importante es curarle. Cuando se note bien, el dia que
                      quiera, eche algo en nuestro cepillo secreto del vestíbulo.
                               Un zumbido aparta a sor Recepcionista del tema Bartomeu, y apretando el botón verde,
                      en la pantalla brota la faz plàcida del Concejal de Qbras Sociales.
                               - i B u e n o s dr'as, hermana! íQue tal? dNecesitan alguna cosilla? íMedicamentos, dinero,
                      alimentes? iPida, pida! Apropósito, hermana, prepare el dispositivo de recepciones y festejos;
                      una comisión de Filadèlfia, la 236 de los E.U., llegarà mariana a estudiar detenidamente el fun-
                      cionamiento de nuestro Hospital. Cambio.
                               Y Bartomeu sale. En la sala de espera la gente le felicita y alguno anade:
                               — iEnhorabuena, hermoso dedo!
                               A l cruzar la extraordinària puerta, conectada ahora a la memòria de recepción, una voz
                      en " o f f " le despide sobre el conocido fondo sonoro de Pepa Maca.
                               —Torni quand ens necessiti.Aci es casa seva.
                               Y todo fue bien en aquel Hospital. Lo único malo es que por culpa de la TV de circuito
                      cerrado, desde aquel dia dejaron de llamarie Bartomeu, p>ara decirie carifíosamente El Dedos.

           GACETA.
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