Page 3 -
P. 3

UNA PEQUENA NINA...

     ...UN PEQUENO PERIODICO

                Eramos un pequeno grupo de amigos - el grupo que acababa de montar esta modesta
       publicación que es "LLORET GACETA"- sentados alrededor de una mesa, en un pequefto
       bar cercano a la copistería en donde cada martes y casi todo el miércoles, trabajamos de firme
       para que el semanario llegue puntualmente a su cita semanal con ustedes.

                Allí, en la tranquilidad de un establecimiento que ha notado de firme el termino de la
       temporada veraniega, comentàbamos las peculiarídades del recién nacido ejemplar, cuyo olor
       a tinta fresca se entremezclaba con los efluvios de unos tés ardientes y tonificantes. Los peque-
       flos errorés de impresión, los "gazapillos" de nuestra aún imberbe redacción, los posibles cam-
       bios compaginativos, el color y la forma, eran allí barajados con la sabia destreza de un mala-
       barista. La tarde era fructífera en todos sus aspectos, la cita concertada con nuestro publico
       estaba a punto de cumplirse en las condiciones estipuladas con nuestro "contrato" moral con
       Lloret.

                No es que nuestra informalilla reunión tuviera visos de seria rígurosidad profesional;
       aunque sí se estudiaba seriamente los diferentes aspectos tecnológicos del periódico. Sin em-
       bargo, algo o por mejor expresarnos alguien, poseía la gran virtud de Uamar mi atención, abs-
       trayéndome en ocasiones del motivo de charla de mis compafieros: era una chiquilla, de unos
       seis o sieíe aPior,, probablemente hija de los dueiïos del bar que, en un rincón del mismo, ajena
       a todo cuanto a su alrededor sucedía, jugaba como suelen jugar las nifías de su edad: con una
       minúscula mufieca cuyo vestido desmanadamente colocado, hacía las delicias de tan infantil
       mamà.

                 No pudc por menos que dedicar unos momentos a aquella criatura que ya, desde tem-
       prana edad, sentia en su interior la llamada para la cual estaba destinada. Y asi, con verdadero
       interès, la vi esforzarse por llevar hacia su rincón, primero una de las sillas, después otra y am-
       bas las dispuso de forma que los asientos tocaran uno frente al otro y los respaldos semejaran
       el cabezal y los "jries" de una cama. Desde luego la pequefta a su entender se había confeccio-
        nado un lecho y con su fantasia lo había dispuesto con una servilleta de colchón y una toalla
       como sabana cubriente.

                 Algo entre nuestro director Rubio y el impresor Norman, me saco de mi abstracción,
       se tocaba el tema de la dificultad que entraflaba para una publicación de tan modestos medios,
        el llegar a interesar a un publico que como el de Lloret, ya había vivido otras experiencias con
       diversas revistas nacidas de la enorme voluntad de sus editores y extinguidas casi la totalidad
        con menos glòria que pena. Lloret de Mar es un caso especial.

                 El optimismo de Norman, chocaba con el conocimiento de Rubio y entre ambos, el
        silencioso interès de los presentes. La chiquilla, por supuesto, seguia con su infantil tarea.

                  Precisamente por ser Lloret "un caso especial" en donde según el criterio de la ma-
        yoría las cosas que se hacen suelen durar poco, el "climax" que debe respirarse sobre Lloret
        Gaceta no sea muy halagüefío. Però todo es relativo. Depende de tantas cosas y de tantas cir-
        custancias...

                 De momento, la modèstia de medios ha caído bien. La dedicación. el trabajo.... no sa-
        bemos como habrà sido catalogado por la opinión popular, puesto que estamos seguros qite la
        mayoría lo desconoce. Mas lo principal es la ilusión y el comienzo con estos medios que siem-
        pre estaran a tiempo de mejorarse.

                  Olor a tinta reciente, efluvios de aromàtico té y el olor inconfimdible de un cigarrillo
        americano nos envolvían, cuando la hora del reparto de nuestro ultimo número -ultimo en el
        el buen sentido, se entiende- había llegado.

                  Al abandonar mi asiento miré hacia el rincón en donde la pequefia, con gran destreza,
        había confeccionada una "pseudo-cama" a base de un cajón vacío de fruta, en donde su mufie-
        ca, tumbada, parecía dormir arropada por un trocito de trapo. Al lado, sobre las sillas sabia-
        mente dispuestas, la pequefta velaba el suefío de aquel juguete, acurrucada y cubriéndose con
        la toalla a manera de sabana. Una sonrisa feliz iluminaba el infantil rostro en donde se refleja-
        ba el ínnato sentido de una maternidad en embrión.

                   No sé por qué, aquella nifta me recordaba en mucho a Lloret Gaceta.
                                                                                                            PEDRÓ MORÓN

L
                                                                                                                                   LLORET GACETA 3
   1   2   3   4   5   6   7   8