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EL LLORETENSE.

alcanzare así mismo á sus cercanías. Llegado á quiso aparentar que había recibido mucho daño,

la calle Nueva, que él supuso desierta ó poco cuando todo éste, consistió en una leve hemo-

menos, hallóla ocupada por varios grupos de rragia en las narices. Sin embargo, los circuns-

amotinados y curiosos, por entre los cuales de- tantes se alarmaron al observar que no daba

bía atravesar para dirigirse á la casa del Ca- ningún movimiento y que no contestaba á las

bildo.                                            preguntas que se le hacían; con lo cual las fa-

Aunque lo vacilante de sus pasos y el ser tídicas voces de ¡es mort! ¡es morí/ reproduci-

persona desconocida, no hubieran inducido á das, de unos á otros, atrajeron allí toda la mu-

sospechar que pertenecía al Tribunal, bastaba chedumbre de la otra calle.

para ello verle salir furtivamente de-casa de     Salieron á la defensa del niño un sinnúmero

Juan Quijada. Por esta razón al aparecer en la de personas. Hacíanse graves cargos á Botet,

calle Nueva, fue saludado con mortificantes dirigiéndole muchos los más duros calificativos,
apostrofes, aumentando el: número y virulencia sobresaliendo en ello, por la saña con que lo

de éstos á medida que cundió la noticia que se hacía, Juan Mollera, pariente del niño. Este se

hallaba en aquel sitio. Comprendió al primer levantó tranquilo y se echó á correr como bur-

momento que para eludir un peligro había caí lándose de la credulidad de aquella gente; pero

do en otro no menos grave, y retrocedió hacia no por esto cesaron los insultos. Al contrario

la casa del Sub-delegado. Pero como, a causa aumentó todavía su número, haciéndose solida-

de la algazara que producían los cerdans, no rio á Botet de los actos del Tribunal de Marina,

fue oído al llamar por repetidas veces ala puer- á pesar de lo cual no dio dicho sugeto muestra

ta, se vio precisado á optar segunda vez por su alguna de encono, limitándose á contestar que

anterior resolución.                              no era su intención dañar á nadie. Su pruden-

     Con esto había dado tiempo para que todas cia y valor sin igual le salvaron y salvaron
las personas que se hallaban en la calle Nueva también al Escribano, quien había penetrado

se apercibieran de que estaba allí. Resultó que ya en la casa sin detenerse en discusiones.

los mus atrevidos le fueron siguiendo detrás al > Persuadidos los cerdans de que serían in-
paso que le dirigían insultos y amenazas sin fructuosas1 sus pesquisas en la casa del Subde-

cuento; arrojándole piedras, cenizas y cuanto legado por suponer que el Escribano al mar-
hallaban á mano, algunas mujeres de la baja charse se llevó los documentos, resolvieron ir

plebe.                                            en busca de éste para exigirle la entrega de los

     Acosado por todas partes, no sabía donde     mismos. Supieron al salir que se había refugia-
encaminarse. Lo hubierapasado mal indudable-      do en casa de Juan Botet, y se dirigieron á ella
mente á no haber notado el atropello Juan Bo-     acompañando feroz gritería. Desde el umbral
tet teniente de Sub-delegado, que habitaba en     de su casa escudriñaba Juan Botet todos los
la misma calle. Era domingo de cuaresma y di-     movimientos de la multitud; y al notar que los
cho J LUÍn Botet venía de la Iglesia, de oir el   cerdans se dirigían allí decididos a introducirse
sermón, acompañado de su hijo de igual nom-       en su casa, salióles al encuentro. Díjolcs con
bre. Llamándole la atención aquel extraño al-     enérgica resolución que no pasaran adelante,
boroto, quiso ver por sí mismo á que causa obe-   pues él iría á conferenciar con el E.scribano,
decía, y al apercibirse del atropello de que era  prometiéndoles que si era una verdad que tenía
víctima el Escribano, acudió á ofrecerle, su ca-  en su poder los documentos, él volvería con
sa con el fin de ponerle á cubierto de los ata-   ellos y los pondría á sus manos.

ques.                                             Fue aceptada esta proposición. Al breve ra-

Aceptó el Escribano este ofrecimiento; mas to estuvo do regreso; y dijo en alta voz para

sucedió que al penetrar en la casa, un niño de ser oído de todos que les aseguraba, bajo la ga-

corta edad agarróse á su capa en ademán de rantía de su honor, que el Escribano no lleva-

detenerle. Indignando h Juan Botet este acto ba consigo ningún documento, por haberlos de-

irrespetuoso, dio un bofetón al niño para casti- jado todos en casa de Juan Quijada. Dudando

gar su insolencia, pero lo hizo con tan muía el Bülaxi de la veracidad de Juan Botet pene-

suerte, que este perdió elequilibrioy dio de ca- tró en casa de éste para interrogar por sí mismo

ra al suelo, quedando un rato sin el menor mo- al Escribano. Mas al momento salió manifestan-

vimiento, lo cual hizo creer á la gente que es- do á sus compañeros que éste le había repetido

taba muerto. El niño era un tanto socarrón: bajo juramento las mismas palabras pronuncia-
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