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EL LLORETENSE.

—¿Te gusta este color?... Me dicen que és lo que sé el beneficio que me hiciste. Sé feliz que es loque

más se usa.                                            ansio.                             '

—Bien, mamá, vuestro gusto es el mío; pero no Margarita rompió á llorar amargamente, y solo

sé porqué al mirar esas galas presiento la mayor pudo decir entrecortadas estas palabras:

tristeza.                                              —¿Feliz sin tí?... ¡Es imposible!

—Eres torpísima, hija, nuu^a puedp ponerte "La puerta de la estancia y.oJvió á abrirse. Unos

ideasen la cabeza. Siempre fija en ella la imagen ojos se fijaron centelleantes de furor sobre el joven

de ese imbécil, cuando falta solo un dia para lla- que permanecía en pié, y con un ademán que le hi-

marte esposa de Fernando.                              zo retroceder dijo, entrando, la madre de Margarita.

—Ofendéis injustamente al pobre Enrique con •—¡Lejos de esta casa, donde habéis tenido la osa-

«sos epítetos.                                         día de penetrar furtivamente.

—No merece otra cosa. Un chiquillo, un necio —¡Perdón, madre mía!... Le amo, esclamó la jo-

que se opone á mis designios y perturba la imagi- ven con tono suplicante y levantándose para abra-

nación de mi hija. ¡Si viviese tu padre cr&o que no zarla.

se escaparía!...                                       —Señora, dijo Enrique tomando un aire de dig-

—Pero mamá...                                          nidad, es grande mi aflicción al mirar que solamen-

—Basta de peros; mi hija nunca hubiera dado su te el esceso de riqueza que tiene Fernando sobre mí

mano á un hombre como ese siendo digna de otro es la cansa única de haberme hecho pareceros in-

partido más ventajoso.                                 digno de vuestra hija. Harto pronto habéis olvidado

—Si así lo creéis, debierais haber pensado en eso vuestras promesas. Lo siento más que por mí por

.antes que mi amor á Enrique hubiera echado raíces vos misma, que tal vez seréis engañada en vuestro

en mi corazón. Hasta el presente le prometisteis mi ambicioso porvenir; y más aunque por vos por esa

mano, y hoy que Fernando brinda con su oro tener- infeliz que llora sin consuelo. Adiós, Margarita,

me en una espléndida posición, queréis arrancar de adiós, señora, perdóneos el cielo todo el mnl que es-

mi pecho el afecto que. en él vive.                    táis causando.

La madre calló, confundida por las palabras de                         EDUARDO SAINZ NOGUERA.

.Margarita y en su turbación solo dijo:                (Continuará.)
    —Bah!... bah!... ilusiones tontas que se han de

<;oücluir... Mira... me olvidaba de Us instrucciones

que he de dar a la modista: quiero,que tu trsje de

boda sea lucido en cuanto cabe.                        Corroborando una vez más la finísima aten-

Y se dispuso á salir. . . . .                          ción que distingue á las hermosas hijas de la
—Galas crueles y martirizadorás, dijo Margari-

ta con tono tristísimo, ornato de ufí corazón que su- Ciudad del Cid, dos'dé aquellas señoritas nos

fre ,solo serán la irrisión de su dolor.               han honrado remitiéndonos la siguiente car-

    Pero la madre no la'escuchaba; marcándose en       ta, por la cual estamos eminentemente agra-
su rostro la espresión de los más viles pensamien-

tos, cerró la puerta tras sí dejando á la pobre joven decidos y la insertamos con sumo gusto:

sola, triste y anonada.

                                                       Valencia 30 de Mayo de 1885.

                         IX. Sr. Director de EL LLORETENSE.

Pasó media hora. .           /.-,,_ ;     .,•"••            Muy señor nuestro: Nos ha causado agrada-
                                                       ble sorpresa leer en el último número del perió-
Lloraba Margarita Cuando Enrique abriéndola            dico que V. tan dignamente dirije, la esplica-
                                                       ción de las fiestas que en honor de nuestra Pa-
puerta de la estancia presentóse ante su amada con     trona la Virgen de los Desamparados se han ce-
                                                       lebrado en nuestra ciudad.
ademán sombrío y triste. Viéndole tan demudado
                                                           El entusiasmo ha sido grande como V. dice,
esclamó casi maquinalmente:                            y todo buen valenciano á procurado hacer de su
                                                       parte algo en honor de tan buena Madre.
—¡Enrique!...
                                                           Lo que más ha llamado la atención fuera de
—Comprendo que te inquieta mi presencia, pero          lo que V. dice en el periódico es el bautizo de la
                                                       nifia más pobre que nació el día de la Virgen, el
nada temas; esta es la última visita que te de-        cual se celebró con mucha pompa en la Catedral
                                                       administrándole el Sacramento el limo, excelen-
dico. "Vengo á despedirme de tí, partiré de viaje      tísimo Sr. Cardenal y siendo padrinos el Sr. Al-
                                                       calde Mayor y la Excma. Si'a. Condesa de Róto-
dentro de tres días llevando en mi corazón tu re-      va siendo después llevada la nina á su casa en
                                                       una carroza propiedad del Marqués de dos Aguas
cuerdo y mi amargura. Jurásteme amor cuando por

vez primera te manifesté mi sentimiento. Juráste-

me amor luego, mil veces, y valerosa, digna, ante

la faz de ese hombre despreciaste sus palabras re-

novando tu juramento. A tí debo el no haberme per-

dido para siempre en el abismo del crimen, pues al

salir de aquel escondrijo, desde el que os vi llegar,

dispuesto estaba, ofuscado en mi cólera á castigar

con rigor al que me ofendía. Tu fuiste mi ángel

guardador, ¡gracias Margarita!... Dios te recompen-
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