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2 EL LLORETENSE.

currían en la multa de 25 lilmi s y en la pena dos algunos de lo que iba á suceder , intentaron

de carcel ; si reincidía n quedaban obligados á evitar tales desmanes y que merer.jeron de la

ser vir dos campañas en los r ea les baj eles. El much edumbre general reprobación; pero éstos

bando de que hemos hecho mérit o t enía por ob- quedaban y a consumados , con lo cual principió

j eto entera r al público del despa cho del señor á t omar carácter de motín lo que debía ser uni-

Intendente de Marin a, y Ali él se daban á cono- camen te una pacífi ca ma nifestación popular .

cer las penas antes exp uestas, lo cu al contribu-                                J . GALCERÁN.
y ó no poco á. la excitación de los cínimos . Por
                                                                (Continu01J·á .)

medio de este band o, además, se con\ocaba ú los

pescadores, baj o la multa de tres libras el que                     5.ccrión lit.eraria.
dej are de asistir para una reunicin que debía ce -
lebrarse á las doce del medio día en la casa del                                    ..

Subdelegado de Marina .                                         - --~1ª!~ ~~~·~~~~~~!J
    La agit ución fué crecieµ do á medida que el                                               A....

público iba enterándose 9.el contenido del bando .

• A l as once de la maf:iana , for móse un g rupo en                 A viej o Ma mo enroscada,
                                                                  triste , allú en la selva u mbd a
            la ar ena de la playa qu e fué eng rosundo poco á     la Hiedra, se lamentaba
             poco hasta presentar un aspecto imponent e. L a    , diciendo, otra flor no h abía,
             voz de los concürrentes , las palabras , los ade-    cual ella tan olvidada.
             manes, su fisonomía , todo denotaba la indigna-

ción de que se hallaban poseídos . E nt re ellos,                  ¡,Porqué en esta soledad ,
n ot ába se ú. uno por sus r epetidas amenazas y                sola, tr iste y sin amores
p or lo atr evido de s us proposiciones. llra un su-
j eto de baja estatu ra, enj uto de carnes y de ex-                   me he de ver ?
tentórea voz. 8us amigos le llamaba n el Raba-                  ~ Jam fis podré en la ciudad,
                                                                mostrar mi ufana, colorns,

                                                                      y m i sér ?

a;í; y pot· cier to que n o le fué m al aplicado este              ¿No be de p oder yo l ucir ,
apodo á juzg ar po t· lo i rascible de su tempera-
m e n to.                                                       c ual esa flor tan preciada,

    Capitaneado dicho g rn po p or el R abao:í, al-                  y olorosa t
ma y cabezJ de este motín, f:1é recorriendo t o-                ¿Ni j amás de am or morir,

                                                                en e l pech o aprisionad !'L

                                                                      de una hermosa 'l

do et Cautó, dirigiéndose después al barrio de                     l\Jás , salióse de su error,
Ymeáa, h abitado pi'incipaluiente pot· la g ente                oyendo el canto sentido
de mai·. Allí s-e uuierou al g r upo m uchos otros              que entonaba u n r uiseñor ,
pescadores y una turba de indómitos y revolto-                  cantando desde su nido, ·
sos chiqníllos . Acom paü a<la de la g ri tería de es-          solo, triste y sin s u amor :

tos últimos, descendió la muchedumbre por la                        Yioleta g ue r uborosa,
                                                                escondida e ntre el fo llaje,
calle J1Iayor, detcniénélose al llega1· ú la N ueva             me das fragancia olorosa,
de la To1·1·e, enfrente de l o que era ent onces el             y gozas , co11 el paisaj e
Ce 1ru•·11te1'io .                                              de nuestra senda frondosa,

     Era aquel el ~iti o destinado desde antig·uo                  i Jamiis pensaste par tir •
                                                                para en el pecho posarle
r.ara la exposici6u al público de los edictos ele
                                                                      de Ja h er mosa "!
adm ini:;traciún y gobie rno ; y allí el alg un.r il            ¿No deseas tú sentir
José Trr. ats fij ó el b~111do i uui edi ata1neutc des-         s us latidos, y h e nnanarte
pués Je haberlo pnbJicarl o. Al llegar en este si-
                                                                      eon la rosa ~
tio la rnnltitud, UH j0ven 1mninern prin cipió á

leerlo en al t a voz {L ruego de Yarios concmren-                  ¿ Cu :i l la Uicdrn, no deseas
                                                                dejar tú la selva umbría
tes. l\lús al in stante se adelantó el Rabaxf y
                                                                      y sus a n1 orcs "!
al'!'ancnndo britscam eute dir·ho b~1ndo, le hizo               ;, Para en Ja ciudad lucir,
                                                                y ser flor de mús valía
triw :; tn pre sencia <le todo:- . Luego un sujeto

llauwdo el Gc·l'dti tornó la tablilla. en que estuvo            en sus salones?

fijado y la élJ·rojó cou tal fuürza que se I'o mpió               No.-Pues aquí mil paja rillos,
                                                                de la aurora en los albores,
eu varios pedaz1Js. Dien es verdad que ape rcibí-
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