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LA PLUMA NON EMBOTA EL FIERRO DE LA LANZA
ma qu 'emperao
^ y Mi fé en la buenaventura fue siempre mas bien modes- a la altura de las circustancias:
ta. A d m i t o haberme dejado leer la mano alguna vez, però
fueron siempre gitanas centroeuropeas las que me vaticlna- — Estos jóvenes pasaban casualmente por la calle, al
ron desgracias que jamàs fallaron y fortunas que jamàs me
han llegado. Nunca me ha inspirado confianza el "i Te la oir los gritos subieron y al ver de que se trataba, nos ayuda-
digo, resalao ?" He visto siempre en el gitano del centro de
Europa una gravedad que no he notado en los de esta tierra. ron.
La tenia tal vez el malogrado Curro Puya, al que solo una
vez v i torear, y quizàs los Heredias y Camborios de Federi- La fuerza pública se retiro, no sé si muy convencida,
co a los que jamas conocí. Sí, mi confianza en el "i te la di-
go resalao ?" era nula hasta que hace unos meses, después y la andaluza envolvió a Fidel con una mirada en la que el
de no habernos visto en veinte afios, di'de nuevo con Fidel
Samaniego. agradecimiento y la admiración andaban mezclados con
Fidel es un riojano desconcertante. Su paisano y ho- otros sentimientos menos santos.
m ó n i m o , el fabulista, podré haber tenido mejor sintaxis que
mi amigo, però queda muchos codos por debajo en lo que a Así nació mi amistad con Fidel, que pervive aún, y
imaginación concierne.
así nació la " l i a i s o n " de mi amigo con la guapa, que como
Fidel se escapo de su casa adolescente aún. Destino:
La Legión. Las gentes del Tercio no eran en aquellos tiem- es natural entre hombre y mujer, duro también, però bas-
pos demasiado inquisitivas. De modo que el sargento que le
tomo la filiciación — un veterano mutilado de los tiempos tante menos.
de Millàn Astray, Franco y Valenzuela —, escribió sin pesta-
rïear:"Dice llamarse Fidel Samaniego Iriarte. Dice tener ***
veintiún anos". En realidad tema diecisiete y sus apellidos
eran harto menos literarios que los dados. La cosa ocurrió hace ahora unos meses, en Santo Do-
En octubre de aquel ano — estamos en 1934 — reci- mingo de la Calzada, a la sombra de la pequefia y hermosa
bió en Asturias su bautismo de fuego. El de sangre, seria
dos anos mas tarde en Badajoz, a donde había ido con Ya- catedral. Fidel salía del Parador Nacional, yo iba hacia allí:
güe.
— i Demonio ! L No seràs tú Campuzano ?
Fidel y yo nos conocimos en 1934, en un burdel ma-
drileno. Yo había ido allí en viaje de instrucción, con una — i Y tú eres Samaniego, seguro !
escuadra de cadetes del F. de J. El estaba allí en viaje de
pràcticas, con un grupo de jóvenes de la Escuela de Mandos. Avanzamos lentamente los quince pasos que nos sepa-
Fidel me supero siempre en todo.
raban y , en medio de la plaza, nos abrazamos con la sincera
Unos grandullones medio achispados se permitieron
alguna broma pesada sobre la edad y talla de mis mucha- emoción, con la exaltada prosopopeya con que se abrazan
chos. Estos, que tenían mas agallas de las que sus pocos
afios podían prometer, dejaron un tanto mal parados a los dos viejos soldados que han sobrevivido a la mas cruel de
progenitores de aquellos chuscos, en un bien recortado ro-
mance, versión castellana y catalana. Algun cretino de mi las batallas: la de los anos.
tierra ha dicho que el bilingüismo traumatiza a los nirios.
Yo puedo asegurar que mis chicos no estaban traumatiza- Fidel me conto su vida durante esos veinte afios. Yo
dos.
sabia que durante su vida militar y política no había perdi-
Los traumatismos o por lo menos hematomes, ha-
brían podido producirse entonces, si los muchachos de Fi- do el tiempo. Se licenció en historia y obtuvo poco después
del, talludos y bien preparados, no nos hubiesen echado una
mano. Con su ayuda quedamos duefïos del campo. una càtedra en un instituto en su tierra riojana. Lo que yo
Però los derrotados curdelas habían denunciado el fo- ignoraba es que, doblada ya la cuarentena, se había casado
llón a una patrulla de policia que rondaba por la vecindad.
Minutos después, un cabo y tres números se presentaban en con una viuda, propietària de tierras, de m u y buen ver — la
la casa.
viuda y las tierras —. Luego, cuando los estudiantes empeza-
Mas, la encargada del establecimiento, una andaluza
ya no lozana, però sí aún muy atractiva, sabia como defen- ron a creer que sabian mas que sus maestros, lo que equiva-
der la plaza:"Serïor sargento, estos caballeros estaban to-
mando tranquilamente unas copas y tuvieròn que intervenir le a perderles el respeto. Fidel, que seguia afiorando la disci-
en defensa de mis chicas avasalladas por esos de a h i f u e r a "
plinada camaraderia del Frente de Juventudes y la conven-
La explicación pareció haber satisfecho al recién as-
cendido sargento, però un guardià veterano se fijó en la po- cida subordinación de los legionarios, se retiro a sus tierras.
ca edad de mi escuadra y dióle con el codo.
Los pimientos y las uvas le crearon menos problemas. i
— i Y estos menores, que hacen en una casa como es-
ta ? no le lucía poco el pelo !
La pregunta era comprometedora, però Fidel estuvo — Cómo te envidio. Fidel. Tú has realizado — como
dicen los jóvenes de hoy — plenamente t u vida. Has ejercido
las únicas profesiones esenciales a la Sociedad de los hom-
bres: eres labrador, has sido maestro y fuiste soldado. i Qué
hermosa biografia la tuya ! Si vivo lo suficiente, quizas la
escriba algun dia.
El evocativo coloquio fue interrumpido por una vieja
gitana:
— i Te la digo, resalao ?
Me sorprendió ver como Fidel alargaba a la caní la
mano y una moneda de cinco duros. Me sorprendió aún mas
observar con qué atención mi amigo escuchaba las tonterías
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