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EL LLORETENSE.

 cuvrían en la multa de 25 libras y en la pena      dos algunos de lo que iba á suceder, intentaron
 de cárcel; si reincidían quedaban obligados í      evitar tales .desmanes y que merecieron déla
 servir dos campañas en IQS reales bajeles. E'      muchedumbre general reprobación; pero éstos
bando de que hemos Lecho mérito tenía por ob-       quedaban ya consumados, con lo cual principió
jeto enterar al público del despacho del señor      á tomar carácter de motín lo que debía ser úni-
Intendente de Marina, y en él se daban á cono-      camente una pacífica manifestación popular.
cer las penas antes expuestas, lo cual contribu-
yó no poco a, la excitación de los unimos. Por                     J. GALCERÁN.
medio de este bando, además, se convocaba á lo¡
pescadores, bajo la multa dé tres-Jibras él que     (Continuará.)
dejare de asistir para una reunión que debía ce-
lebrarse á las doce del medio día en la casa del            Sudón literaria.
Subdelegado de Marina.
                                                                                   A... .
     La agitación fue creciendo á medida que el
público iba enterándose del contenido del bando.                A viejo ¡Hamo enroscada,
A las once de la mañana, formóse un grupo en                 triste, allá en la selva umbría
la. arena de la playa que fue engrosando poco á              la Hiedra, se lamentaba
poco hasta presentar un aspecto imponente. La                diciendo, o^tra flor nó había,
voz de los concurrentes, las palabras, los ade-              cual ella tan olvidada.
manes, su fisonomía, todo denotaba la indigna-
ción de que se hallaban poseídos. Entre ellos,                  ¿Porqué en esta soledad,
notábase á uno por sus repetidas amenazas y                  sola, triste y sin amores
por lo atrevido de sus proposiciones. Era un su-
jeto de baja estatura, enjuto de carnes y de ex-                 ; me he de ver?
tentórea voz. Sus amigos le llamaban el Eaba-                ¿Jamás podré en la ciudad,
xí; y por cierto que no l.e fue mal aplicado eslie           mostrar mi ufana, -colores,
apodo í juzgar por lo irascible de ? U ^ | ^ §
                                                                  y mi ser?
mejftto. •  ..  ' ' •••'••-¡* .,. • .  "'*
                                                                  y porosa V.
     Capitaneado dicho grupo por el                          ^ j í É É l M e ám<9? morir,
ma y cabeza de este motín, fue recorriendo t o -             en el pecho aprisionada
do et Cantó, dirigiéndose después al barrio de
 Venecia, habitado principalmente por la gente                    de una hermosa?
de mar. Allí s-e unieron al grupo muchos otros
pescadores y una turba de indómitos y revolto-                 Más, salióse de su error,
sos chiquillos. Acompañada de la gritería de es-            oyendo el canto sentido
tos últimos', descendió la muchedumbre por la               (fue entonaba un ruiseñor,
calle Mayor, deteniéndose al.llegar á. la Nueva             cantando desde su nido,'
de la Torre, enfrente de lo que era entonces el             solo, triste y sin su amor:
 Cementerio.
                                                               Violeta que ruborosa,
     Era aquel el sitio destinado desde antiguo             escondida entre el follaje, *,
para la exposición aj público »de los edictos de            me das fragancia olorosa,
administración y gobierno; y ,allí el .alguacil             y gozas, con el paisaje
José Ter.ats fijó el bando inmediatamente des-              de nuestra senda frondosa,-.
pués de haberlo publicado. Al llegar en este si-
tio la multitud, un joven marinero principió á.                ¿ Jamás pensaste partir -
leerlo en alta voz á ruego de varios concurren-             para en el pecho posarte
tes. Más al instante se adelantó el Babaxi y
arrancando bruscamente dicho bando, le hizo                      déla hermosa?
trizas en presencia de todos. Luego un sujeto               ¿No deseas tú sentir
llamado el Cerda tomó la tablilla en que estuvo             sus íatidos, y hermanarte
fijado y la arrojó con tal fuerza qué se rtnnpió
en varios pedazos. Bien es verdad que apercibi-                  con la rosa t :

                                                               ¿Cuál la Hiedra, no deseas
                                                            dejar Mi la selva umbría

                                                                 y sus amores ?
                                                            ¿ Para en la ciudad lucir,
                                                            y ser: flor, de más valía

                                                                 en sus salones?

                                                              No.—Pues aqui mil pajarillos,
                                                            de la aurora en los albores,
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